Escultura que representa a San Pablo según su iconografía habitual, como un hombre maduro, calvo y de luenga barba. Se dispone de pie, vestido con túnica y manto, llevando la espada de su martirio, su principal atributo, en la mano derecha, mientras que sostiene con la contraria un libro, alusivo a sus escritos. Según el contrato firmado por Lucenti da Correggio para las pinturas de este retablo, se pensó que este santo, junto a su compañero San Pedro, figuraran en sendas pinturas. No obstante, se decidiría sustituir ambas iconografías por los Santos Juanes realizados, finalmente, por Roelas. No obstante, se decidió mantener ambas figuras, a través de las esculturas del ático. La presencia de estos dos santos estaba plenamente justificada, pues son pilares fundamentales de la fe cristiana y transmisores del mensaje de Cristo, principal protagonista del retablo. Es una escultura concebida para ser vista en la distancia, y a gran altura, por lo que muestra evidente desproporciones, siendo la cabeza de gran tamaño. Por sus características estilísticas, su perfil cerrado, quietud y contención expresiva, es una obra representativa de la escultura sevillana de principios del siglo XVII.