Escultura que representa a San Diego de Kisai, uno de los santos jesuitas que fueron martirizados en 1597 cerca de Nagasaki (Japón). Aparece de pie, vestido con la indumentaria propia de su condición de jesuita, con sotana y manto negros, ricamente estofados con motivos vegetales dorados. Su disposición es frontal, siendo captado en actitud de avance -adelanta su pierna izquierda, y gira levemente la cabeza hacia este lado-, en un gesto que confiere dinamismo a la imagen; a ello contribuye también el agitado tratamiento del manto. Estas soluciones, junto a la expresividad del rostro (lo eleva a las alturas, entreabriendo la boca, y frunciendo levemente el ceño-, revelan el barroquismo de esta escultura. Extiende los brazos, elevando el derecho; en esta mano, debió portar uno de sus atributos iconográficos (hoy perdido): la cruz en la que murió o bien una palma de mártir. Esta imagen, junto a su compañera (San Juan de Goto), formó parte de un retablo del primer tercio del siglo XVIII dedicado en la iglesia de la Anunciación a los Santos Mártires del Japón, que fue desapareció en las reformas efectuadas en este templo en el siglo XIX por el deán López Cepero.