Pintura que representa a la santa de pie, cubierta por un manto rojizo, toca blanca y túnica verde. Posa la mano derecha sobre su pecho, mientras que sostiene con la contraria una vara de azucenas. Se trata de una alusión a los ramos de azucenas que, según la tradición, brotaron de los pechos de Santa Ana y de su esposo San Joaquín, de los que nacería la Virgen María; por tanto, es una referencia a la pureza de su Inmaculada Concepción. Su presencia en este retablo consagrado a la Virgen María está, como progenitora de la misma, plenamente justificada. Le respalda un hermoso paisaje, seguramente extraído de algún grabado, que muestra una clara influencia de la pintura nórdica, con pequeñas masas boscosas, de tonos verdosos y azulados. Dicha influencia nórdica es igualmente apreciable en aspectos como el rígido dibujo y el tratamiento de la indumentaria de la santa. Aunque ha sido vinculada por algunos investigadores a Francisco Pacheco, se considera actualmente obra anónima, próxima al estilo de Vasco Pereira.