Pintura que representa a la Virgen María amamantando al Niño Jesús. Aparece de pie, centrando la composición, sobre una media luna. Va vestida con túnica verde y manto rojo, ricamente adornado. Dirige su mirada al Niño Jesús, abrazándo amorosamente su cuerpo desnudo. Ambos presentan luminosas orlas de rayos dorados, y se encuentran rodeados por una serie de ángeles músicos. Portan éstos diversos instrumentos musicales (laúd, arpa, triángulo..), un libro de cantos y un jarrón de cristal con azucenas, alusivas a la pureza de la Virgen María. Dos ángeles, en la parte superior, coronan a la Madre de Dios. Coffermans configuró una escena llena de ternura y delicadeza, recreándose en la captación de múltiples detalles. Así, aspectos como la vegetación del suelo, los brocados de la indumentaria del ángel que porta el jarrón de flores, la corona de la Virgen o la pedrería que orla el manto de María, responden a la minuciosidad característica de este autor flamenco. El pintor Francisco Pacheco copió fidedignamente esta composición en un pequeño cobre, fechado en 1590, que se conserva en la Catedral de Granada, circunstancia que señala la gran devoción e interés que debió despertar esta obra en la Sevilla de finales del siglo XVI. Esta tabla fue el punto de partida para que, en el siglo XIX, se recompusiese un antiguo retablo jesuita del siglo XVI (el retablo de las reliquias que ocupó antiguamente la sacristía). A esta tabla central se le unieron otras diecinueve pinturas anónimas, en las que se advierten dos manos: las tablas del banco, por una parte, y las restantes.