Retablo compuesto por banco, dos cuerpos de tres calles y ático rematado en medio punto y articulado por pilastras. Se decora con veinte pinturas sobre tabla que representan escenas de la vida de la Virgen y diversos santos. Se trata de un conjunto representativo del clasicismo característico de la retablística sevillana de las dos últimas décadas del siglo XVI; configurado a modo de ¿retablo casillero¿ en el que se insertan, con claridad, sus distintas pinturas. Sólo sobresalen del plano las columnas corintias pareadas que delimitan, exteriormente, sus dos cuerpos principales. Pilastras corintias estriadas enmarcan sus cajas centrales. Su programa iconográfico, consagrado a la Virgen, comienza en el banco, en el que se insertan, en sus tableros mayores, escenas de la vida de María, siguiendo un orden cronológico, de izquierda a derecha: El Nacimiento de la Virgen, La Presentación de la Virgen en el Templo, Los Desposorios de la Virgen y San José, La Anunciación, El Nacimiento de Jesús y La Adoración de los Reyes Magos. A dichos episodios se suman figuras de santos en los frentes pequeños de los pedestales del banco: San Bernardo, San Ignacio de Antioquía, San Buenaventura y San Dionisio Aeropagita. En el centro del banco, una tabla con el Niño Jesús Redentor. El primer cuerpo está presidido por La Virgen de Belén; sus calles laterales se dividen en dos compartimentos, acogiendo, en el inferior, a San Juan Evangelista (izquierda) y a San Juan Bautista (derecha), mientras que en el superior se disponen los padres de la Virgen, San Joaquín (izquierda) y Santa Ana (derecha). El segundo cuerpo está centrado por La Ascensión de la Virgen, flaqueada por San Agustín adorando el Crucifijo (izquierda) y La Estigmatización de San Francisco (derecha). En el ático, se representa la Santísima Trinidad. Consta que este retablo fue el antiguo de las reliquias, realizado a finales del siglo XVI, y que estuvo inicialmente en la Capilla de las Reliquias de la Anunciación (actual sacristía). En el siglo XIX fue ampliado y reformado para albergar una serie de pinturas de procedencia diversa: la Virgen de Belén de Coffermans y otras diecinueve pinturas anónimas, en las que se advierten dos manos: las tablas del banco, por una parte, y las restantes. Durante las reformas realizadas en el templo por el deán López Cepero (1836-1842), se trasladó al brazo del Evangelio del crucero, para que formara pendant" con el retablo de la Inmaculada. Para cumplir con el principio de simetría, tan querido por la estética clasicista que dominó la reforma de Cepero, mandó cobijar este retablo de la Virgen de Belén dentro de una estructura retablística externa que reprodujo el arco triunfal que enmarcaba el conjunto frontero de la Inmaculada. Finalmente, ya en el siglo XX, se trasladó el pequeño retablo de la Virgen de Belén al muro del Evangelio de la nave. La estructura retablística exterior que quedó en el crucero se reformó para albergar las imágenes titulares de la Hermandad de los Estudiantes (hasta 1966) y, desde 1970, a las de la Hermandad del Valle (continúan en la actualidad).