Escultura de San Francisco que se integra en el retablo exterior que, en el primer tercio del siglo XVII, vino a ampliar una estructura retablística de finales del siglo XVI. Fue entonces cuando se dedicó a la Inmaculada Concepción de María, imagen que preside el conjunto. Aunque la presencia de este santo en el retablo bien puede responder a devociones particulares de los comitentes de esta reforma artística, su figuración puede explicarse también por su fervor mariano y por ser fundador de una orden especialmente activa en la defensa del misterio inmaculista en la Sevilla del siglo XVII. Captado de pie, en actitud frontal y en ademán de predicar, extiende sus brazos y ladea ligeramente la cabeza hacia su derecha. Va descalzo, vestido con túnica marrón ricamente estofada con motivos dorados, anudada por una cordón, circunstancia que determina la formación de sencillos pliegues verticales recorriendo la indumentaria. El rostro, de facciones clásicas, muestra los rasgos de un hombre maduro, barbado. Sus características estilísticas, quietud, perfil cerrado, sencillo plegado en los paños, etc., que entroncan con la escultura barroca sevillana de comienzos del siglo XVII.