Representación de San Luis Gonzaga según su iconografía tradicional, como un joven imberbe, vestido con la sotana jesuita. Aparece arodillado, reflejando su constante oración y meditación ante un crucifijo, del que emergen tres azucenas, flores alusivas a su conocida pureza y castidad. Dos ángeles mancebos revolotean sobre su cabeza, y se disponen a coronarlo con azucenas. La escena transcurre en un interior, del que se percibe una columna sobre un pedestal, a la derecha de la composición; a la izquierda, se abre un paisaje en el que se aprecia, al fondo, una iglesia, posible alusión al noviciado jesuita de Roma, donde residió en el siglo XVI. Se trata de una pintura de discreta factura, rigidez expresiva y probable uso de fuentes grabadas para su composición, representativa de la pintura devocional sevillana del siglo XVIII.